Con la llegada del frío, es habitual que madres, padres y cuidadores tiendan a abrigar a los niños más de la cuenta. Es una reacción natural: queremos protegerlos de resfriados, gripes y cambios bruscos de temperatura. Sin embargo, el exceso de capas puede ser tan contraproducente como el abrigo insuficiente, provocando sudoración, incomodidad o incluso favoreciendo que se enfríen al quitarse prendas sudadas.
Entonces, ¿cómo encontrar el equilibrio adecuado? Aquí te dejamos algunas claves prácticas para vestir a los más pequeños durante los meses de frío sin caer en el sobreabrigo.
Una recomendación sencilla y eficaz: vísteles con una capa más de la que tú llevarías en las mismas condiciones. Los bebés y niños pequeños no regulan la temperatura corporal tan bien como los adultos, por lo que necesitan una pequeña protección extra. Pero eso no significa envolverlos como si fuéramos a subir al Himalaya.
Por ejemplo, si tú llevas camiseta y chaqueta, ellos pueden llevar una camiseta interior, un jersey fino y una chaqueta. Y si tú estás cómodo con un abrigo fino, no es necesario añadirle al peque chaleco, forro polar y plumífero todo junto.
La estrategia por capas funciona mejor que una sola prenda muy abrigada. Tres capas suelen ser suficientes:
Capa base: ropa interior térmica o algodón, cómoda y transpirable.
Capa intermedia: jersey, sudadera o polar, según el frío.
Capa exterior: abrigo, chaqueta impermeable o cortavientos con forro.
Esto permite adaptarse a cambios de temperatura: quitar o añadir una capa según si entramos en interiores, sube la temperatura al mediodía o el niño empieza a moverse y jugar.
En los días fríos, hay tres zonas clave a proteger:
Manos: unos guantes finos (y otro par más grueso si hay viento o humedad).
Pies: calcetines de algodón o lana que no aprieten y calzado impermeable o abrigado.
Cabeza: los gorros ayudan a mantener el calor, sobre todo en bebés, pero no siempre son necesarios en ambientes cerrados o sin viento.
Recuerda: no todo el calor se escapa por la cabeza, como se decía antes, pero sí es una zona muy sensible en los más pequeños.
Ropas que no permiten respirar al cuerpo —como algunos plásticos o tejidos sintéticos— pueden provocar sudoración excesiva, haciendo que el niño se enfríe cuando pare de moverse o entre en espacios con calefacción.
Lo ideal son tejidos naturales como el algodón, y en la capa exterior, materiales transpirables e impermeables, como el softshell o la lana técnica.
Los niños, sobre todo los más pequeños, no siempre avisan si tienen frío o calor, pero hay señales que podemos observar:
¿Tiene el cuello o la espalda húmedos? Puede ir demasiado abrigado.
¿Está irritable o tiene las manos muy frías? Quizá necesita una capa más.
También puedes tocar su nuca o el tronco: si está caliente y seco, va bien vestido.
Una mención especial al uso del abrigo en el coche: no se recomienda llevar prendas gruesas bajo el cinturón de seguridad o el arnés de la sillita, ya que puede comprometer su efectividad. Lo mejor es quitar el abrigo, ajustar el cinturón bien pegado al cuerpo y colocar una manta encima si hace falta.
Vestir a los peques en invierno no tiene que ser una batalla de capas. Con ropa adecuada, tejidos transpirables y un poco de observación, podemos mantenerlos calientes sin pasarnos, permitiéndoles moverse con libertad y mantenerse sanos durante los meses fríos.
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